El Holocausto de Tarata según Carlos Ernesto Guerrero Lauri

 21 MUERTOS, 200 HERIDOS Y MÁS DE 170 FAMILIAS QUEDARON SIN TECHO

Dos terribles explosiones y luego solo muerte, dolor y destrucción. La segunda cuadra de jirón Tarata parecía haber sufrido un bombardeo aéreo.

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Carlos Ernesto Guerrero Lauri, fotografía tomada el día de la entrevista.
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Periódicos del 17 y 18 de julio, fuente La República.

 

 

  Fuimos (mi chaleco y yo) a las oficinas del Grupo la  República a las 6:30 pm. Guerrero salió y nos llevó al sótano del edificio, donde había una pequeña sala. Me preguntó acerca de mí, la carrera y se ofreció a atender todas mis dudas acerca de Tarata.

  «Bueno yo por aquel entonces tenía más o menos diez años de experiencia profesional en el periódico, era uno de los más antiguos de la sección policiales», dijo Guerrero, a lo que yo respondí con la pregunta ¿Cómo se vinculó o relacionó con el suceso?

  «Cuando ocurre el atentado, en la noche, sale el redactor de turno y mi director me contacta por teléfono y me dice que al día siguiente a primera hora tenía que estar en el lugar. El me iba a enviar con un fotógrafo y el carro de la empresa directamente desde mi casa al lugar. Tenía que dedicarme de tiempo completo al seguimiento de ese tema». Me dijo además que, le asignaron el tema porque era el periodista mas veterano en la sección y se trataba de un hecho de gran magnitud.

  Conversábamos acerca de lo catastrófico y terrible que fue el atentado, y le pregunté ¿Cómo hizo para afrontar el suceso y cual fue su reacción al atentado? , el respondió «Me afectó, por supuesto que sí. Por más experiencia y manejo de la sensibilidad que pueda haber uno alcanzado, uno definitivamente se siente afectado cuando llega al lugar y lo encuentra en ruinas, desolación, dolor y pena. Por más que uno no quiera se siente afectado». Guerrero comenzó a narrarme algunos detalles inéditos que no estaban en su trabajo escrito. Me dijo que llegó un momento en el que hizo un recorrido de toda la zona bombardeada, encontró una esquina con manchas de sangre en el piso, no se explicaba como podía ser posible, ya que los edificios más destruidos estaban por la parte central. Continuó diciendo que se imaginaba a un herido que probablemente haya podido escapar por ese lugar, pero no estaba seguro. Comenzó a preguntar y le dijeron que esa sangre era de una niña como consecuencia de la explosión del segundo auto.

  «Salió una reflector metálico de una de las ventanas y le arrancó la pierna. Fue después que la niña se convirtió en símbolo de Tarata. Era hija de una vendedora informal de golosinas, ella estaba al lado de su madre cuando ocurre la explosión. Ya ahora debe tener probablemente cuantos años… en ese entonces ella tenía creo que cinco o siete años». Cambió la mirada por una más seria y dijo «Ese pequeño detalle a quién no le impresionaría, que uno vea una mancha así, en el piso y se entera de las circunstancias en la que se ha producido y las consecuencias que pudo haber tenido. Por supuesto que me afecta».

 Efectué entonces mi última pregunta ¿Cómo reportó la noticia?,su respuesta fue «Como redactor de un medio escrito, el mecanismo que se sigue es simple, uno va comisionado a realizar la cobertura de un dicho noticioso y trata de conseguir la mayor cantidad de información sobre el hecho, información nueva, veraz, distinta o por lo menos trata de que sea distinta a la que han conseguido los demás medios, porque en eso radica la calidad de nota a desarrollar». Y finalizó diciendo «Si vas a dar lo que todos van a dar, si vas a dar lo que ya han dicho el día anterior, no vas a aportar en nada. El recojo de información, el uso de fuentes y la verificación de lo recolectado llega al diario y se hace el desarrollo de la información. Se tiene que desarrollar con detalles y precisiones que enriquecen la historia».

  Nos acompañó a la salida sin antes decirnos «Me da gusto que jóvenes rescaten el material que en un momento uno pudo haber hecho». 

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17 julio de 1992, 8 horas después del atentado.

  Tarata fue la respuesta de Abimael Guzmán a la incursión del Grupo Colina al Pabellón 4-B en el Penal de Canto Grande en mayo del mismo año. En esa ocasión la orden clandestina de Fujimori fue ejecutar extrajudicialmente a los cabecillas senderistas que estaban en dicho pabellón. Primero fue un apagón que dejó a la ciudad en tinieblas, luego fueron dos «cochebombas» que explotaron delante de edificios familiares. Así acutaba la criminal y salvaje banda terrorista de Sendero Luminoso. Era una forma de respuesta del terrorismo al terrorismo de Estado que Fujimori que había puesto en ejecución.

 

  En medio de la oscuridad los autores del atentado contra civiles indefensos, huyeron. El Servicio de Inteligencia dijo que rumbo a la Universidad de La Cantuta.